Cuando cancelé mis sesiones para cuidar a mis clientes
Hace mucho tiempo que quería iniciar este blog. Siempre me gustó mucho escribir, explorar en la palabra esa forma de abrir el corazón y comunicar nuestra verdad a quien resuene con ella.
Por supuesto que cuando descubrí la Voz Esencial, me incliné por ese otro lenguaje: el de la vibración pura, más allá del concepto. Es, para mí, la mejor forma de alcanzar el alma, la dimensión espiritual de quienes somos.
Pero también soy humana, y como humana, necesito a veces de las ideas, las palabras, para comunicar asuntos vitales.
Muchas veces he sentido este impulso de sentarme a escribir sobre algún tema e iniciar este blog. Pero nunca había sido un impulso tan urgente como hoy, cuando una situación personal fuerte me ha forzado a detener la gran cantidad de tareas que conformaban mi apretada agenda semanal. Hoy es lunes, y era un lunes cargado de futuros compromisos, sesiones, clases, reuniones de equipo, y un largo etcétera con el que seguro te puedes identificar.
Como capricorniana de sol, me considero una persona altamente responsable y organizada en mi trabajo. Asumo la responsabilidad de responder ante el equipo que asiste las labores de Voz Esencial y, sobre todo, de acompañar a mis consultantes y participantes en los grupos de práctica. Valoro muchísimo el tiempo de los demás y su compromiso para sostener un proceso tan profundo como el que se desarrolla en Voz Esencial, ya sea grupal o personal. Por lo tanto… ¡podría decir que antes muerta que cancelar una sesión!
Para mí, mis clientes siempre son lo primero. He dado sesiones estando enferma, o de viaje… siempre encuentro la forma de cumplir.
Pero hoy, he sentido algo muy diferente. Estoy atravesando un proceso muy profundo que intuyo es solo un pequeño fractal de la transformación que está viviendo el colectivo, la conciencia planetaria. Justo en este momento, donde tanto se habla del portal 7/7 (en este día escribo este artículo), el portal 8/8, las alineaciones planetarias transpersonales que nos atraviesan y transforman… estoy viviendo mi propio portal personal, un cambio muy radical en mi vida que implica dejar morir una parte de mí, para que pueda nacer una versión más íntegra y libre.
Y esto, el cuerpo, lo siente. Ayer no podía moverme; salir de la cama fue una proeza descomunal. Suspendí una sesión presencial que tenía a las 3 de la tarde y que anhelaba hacía semanas. Nada me gusta más que un encuentro presencial. Y quiero aclarar que no era gripe, ni indigestión, ni nada de eso. Puro agotamiento energético.
Al día siguiente, un poco mejor… pero aún rara, débil, irascible. Vulnerable.
Queriendo cumplir con todo, comencé a preparar mi próxima clase, a responder al equipo… hasta que tomé consciencia de algo que parece muy obvio, pero que, hasta ahora, mi erróneo sentido de la responsabilidad, seguramente basado en el “deber ser” y en negar las necesidades propias, no me había dejado integrar.
Y es esto: las personas que nos dedicamos a asistir energéticamente a otras, tenemos una responsabilidad cualificada donde el autocuidado cobra una relevancia mucho mayor: me animaría a decir que es preponderante.
De la misma manera que nos indican las recomendaciones de seguridad en un avión antes de despegar, hemos de ponernos la máscara de oxígeno antes de asistir a la persona que tenemos al lado.

Esto no significa que siempre vamos a estar al 100 %, ni con todo resuelto, para poder asistir o guiar a otr@s. Pero sí debemos ser muy conscientes de nuestra propia energía, y de si realmente tenemos la disponibilidad para estar en presencia y sostener a la otra persona (o personas). Hay un mínimo umbral por debajo del cual, en mi humilde opinión, no podemos operar si queremos ser de utilidad para los demás.
Creo que por primera vez en mi vida, he tomado real consciencia de esto y he dedicado casi todo el lunes a suspender actividades, sesiones, reuniones… para poder dedicar el martes y el miércoles a nutrirme de otras sanadoras, terapeutas, consejeras. En definitiva, a reordenar mi energía y recargarla para después volver a entregar desde el lugar que sé hacer cuando mi energía está en mí.
A la hora de comunicar esta decisión a mi grupo de practicantes avanzadas de Voz Esencial, por supuesto una parte de mí sentía que las estaba defraudando. Pero esta vez, otra voz, más fuerte y madura, me decía: “Las estás cuidando, a la par que te cuidas tú”. Y la respuesta fue maravillosa.
Una de mis alumnas dijo:
“No estamos trabajando información sacada de libros. Estamos trabajando canalizaciones y sentires... si no sería bueno para vos, sin duda tampoco lo sería para el grupo.”
Esa frase me llegó al alma. No estamos trabajando información sacada de libros. Es tal cual. Voz Esencial es una vivencia, una vibración, que procede del mundo de lo sutil, de lo intangible. Y en cuanto leí ese comentario, entendí: yo soy el instrumento. Para que transmita, he de afinarlo y cuidarlo.
Siempre comparto la enseñanza de la caña hueca, de la tradición Lakota, que dice que para poder ser de utilidad al mundo, hemos de operar como una caña hueca, sin interés personal ni agenda propia.
Y hay momentos en la vida que requieren que toda nuestra energía esté puesta al servicio del autocuidado. Si ignoramos ese llamado, terminamos proyectando en otros esta necesidad de ser valorados, cuidados, contenidos. Ya no somos un contenedor seguro para los demás, algo que cuido muchísimo en mis actividades.
Como resultado de este movimiento, pasaron dos cosas maravillosas:
La primera es que todas las participantes en el grupo respondieron apoyándome, enviándome su luz y su abrazo, y agradeciéndome por la decisión.
La segunda, mi fe absoluta en que, operando de esta manera, estoy sembrando una semilla de coherencia en este mundo tan contaminado por la productividad, la eficacia y el valor de las horas/hombre, que pasan por alto algo fundamental: si queremos crear un nuevo mundo, más humano, más sensible (incorporando los valores del divino femenino), hemos de empezar por nosotr@s mism@s, y así ser el cambio que queremos ver en el mundo.
Ponerle un freno a esta compulsión de cumplir, de lograr más, de atender siempre —y a cualquier precio— las demandas externas.
¿Por qué te cuento esto? Porque sé que a Voz Esencial se acercan muchas mujeres, y algunos hombres también, que vibran con la energía del servicio, de la entrega, de dar al mundo lo que hemos venido a dar.
Creo que hay pocas cosas en mi vida más importantes que eso. Pero hoy he tomado consciencia, de forma más profunda que antes, de que eso solo es posible asumiendo la responsabilidad del autocuidado. Y que llevar esto a la práctica, a veces, implica salir de la zona de confort, nos pide romper compromisos, soltar, dejar de lado el tan apreciado plan.
Esa es hoy la tarea. Para crear un nuevo mundo, debemos operar diferente.
Quizás, como narraba Esopo, la tortuga realmente le ganará la carrera a la liebre. No sé si llegaremos antes, pero seguro llegaremos a un lugar mejor, más amoroso y auténtico.
Gracias por leerme… y cuídate mucho. Hasta pronto.
Ah, y… ¡bienvenid@ al blog Voz Esencial! 😉
Con amor,
Virgi 🌸